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Cerrad los ojos. Proyectad en vuestra mente una imagen del Pirineo aragonés. ¿Qué veis? Muchos de vosotros seguro que habéis pensado directamente en una estampa de nieve, con un color blanco intenso. Otros habréis visto una postal verde con un río azul por medio. ¿Cuántos habéis pensado en colores ocres? El Pirineo no entiende de color y cada temporada ofrece unos matices distintos a la vista.

Recién inaugurado el otoño, el verde del verano está dejando paso poco a poco a los colores rojizos y anaranjados de los árboles caducos que empiezan a mudar sus hojas. Un espectáculo muy bonito en lugares como el Valle de Zuriza, Benasque o el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, entre otros muchos. También empiezan a surgir, en zonas húmedas, hongos y setas de colores marrones y amarillos que motean el terreno, borrando el verde del musgo. Las hojas caídas ocultan el camino, convirtiéndolo en una alfombra marrón crujiente, que cede ante las pisadas de los senderistas que aprovechan el momento para capturar los colores con sus cámaras. Merece la pena dejarse caer por alguno de los hayedos del Pirineo y observar la magia de sus bosques. 

En los platos, las ensaladas y el rojo del tomate, dan lugar a otros tonos. Abunda el marrón de las castañas y el naranja de los boniatos, dos alimentos otoñales, calóricos, que nos preparan para el frío que está por llegar. Empiezan a poblar las mesas los caldos y las sopas, con su color amarillento y su humeante relieve.

Para observar el blanco manto de la nieve habrá que esperar a que el año avance. Poco a poco, el invierno irá devorando los picos más altos para instalarse y ofrecer a los amantes de los deportes de invierno unas pistas donde poder deslizarse y soltar adrenalina. Pero primero, hay que disfrutar del otoño.

Y a vosotros ¿Qué color os gusta del Pirineo? ¿Qué foto haríais este otoño?

Fuente de imágenes: Turismo del Sobrarbe y Jaca.com