Lanuza, el Ave Fénix
Lanuza es como el ave Fénix que resurge de las cenizas. Parte del pueblo fue anegado a finales de los 70 por las aguas de un embalse que recibió su nombre. Sólo en anhelo de sus antiguos vecinos por devolver la vida a este pequeño pueblo, dependiendo de Sallent de Gállego, ha hecho posible que sea un referente en el pirineo.
El pequeño casco de Lanuza vuelve a ser hoy un entramado irregular de calles estrechas y empedradas, dominado por la iglesia, en torno a la cual se organizan las viviendas. Tal y como querían sus vecinos las casas se han rehabilitado a imagen y semejanza de las antiguas. Fachadas de piedra y gruesos muros, tejados apizarrado y con fuertes inclinaciones para evitar la acumulación de nieve.
Además, se recuperaron y rehabilitaron otros elementos urbanísticos, como la fuente o los bancales, que antiguamente hacían las veces de centro social.
Quizás uno de los elementos donde más se aprecia el cuidado y el cariño con el que los de Lanuza sean las puertas, tanto en los trabajos de carpintería como en los de cantería. Dinteles de medio arco, como el de casa Anchaime, de estructura clásica, como casa Herrero y casa Patro, empleando los sillares originales, como casa Laguna, o con estructuras más complejas, como la casa Naverac.
Las campanas de la Iglesia de Lanuza
La iglesia parroquial de Lanuza, dedicada a El Salvador, fue el primer edificio que se rehabilitó. Pero el templo estaba mudo y los vecinos quisieron devolverle su voz, los tañidos de las tres campanas de la torre de la iglesia tenía originalmente.
Las primeras en regresar desde Torla, localidad a la que se llevaron, fueron «Elena«y «Orosia«. Algo más tarde, en 2005, llego «Quiteria «, desde la Urdués de Lerda, en las Cinco Villas.